Campaña Sales

¿Qué haces aquí sentado esperando?

“Las búsquedas espirituales que caracterizan a nuestra época son fenómenos ambiguos. Más que ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente”(E.G. 89). Creemos en cualquier cosa. Si no nos dejamos modelar por Dios, podemos terminar “engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios”(E.G. 89).

El diálogo entre los seguidores de las diferentes religiones constituye para la Iglesia un instrumento importante para colaborar con todas las comunidades religiosas al bien común. La Iglesia no rechaza nada de lo que en las diversas religiones es verdadero y santo. «Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres». Con eso no se quiere señalar el camino del relativismo o del sincretismo religioso. La Iglesia, en efecto, «anuncia y tiene la obligación de anunciar sin cesar a Cristo, que es “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa, en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas». Sin embargo, esto no excluye el diálogo y la búsqueda común de la verdad en los diferentes ámbitos vitales, pues, como afirma a menudo santo Tomás, «toda verdad, independientemente de quien la diga, viene del Espíritu Santo». Ir a texto completo
No se trata de « inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste ». La realización de este programa de un nuevo vigor de la vida cristiana pasa por la Eucaristía. Ir a texto completo
El pueblo, tras el retorno, necesita, por decirlo así, una “Constitución”, una ley fundamental para su vida. Y sabe que esta Constitución, para ser justa y duradera, en definitiva, para llevar a la justicia, no puede ser fruto de una invención autónoma suya. El hombre no puede inventar la verdadera justicia; más bien, debe descubrirla. En otras palabras, debe venir de Dios, que es la justicia. Por tanto, la palabra de Dios reconstruye la ciudad. Ir a texto completo
Debemos hacer que Dios esté nuevamente presente en nuestras sociedades. Esta me parece la primera necesidad: que Dios esté de nuevo presente en nuestra vida, que no vivamos como si fuéramos autónomos, autorizados a inventar lo que son la libertad y la vida. Debemos tomar conciencia de que somos criaturas, constatar que Dios nos ha creado y que seguir su voluntad no es dependencia sino un don de amor que nos da vida. Ir a texto completo
El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1).
Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad «presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela» (Concilio Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con Él.
La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es “poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres” (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre “desplegó el vigor de su fuerza” y manifestó “la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes” (Ef 1,19-22).
Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: “No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios […] aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir […] un pueblo numeroso” (Gn 45, 8;50, 20; cf Tb 2, 12-18 vulg.). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia (cf Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
Las «palabras cristianas» vacías de la presencia de Cristo son como palabras enloquecidas, sin sentido y engañadoras que desembocan en el orgullo y en el «poder por el poder». Es una invitación a un «examen de conciencia» sobre la coherencia entre el decir y el hacer la propuesta por el Papa Francisco en la misa celebrada el jueves 5 de diciembre, por la mañana, en la capilla de la Casa de Santa Marta. Leer Pensamiento libre. Papa Francisco
Hay personas que de cristiano tienen sólo el nombre, y su apellido es «mundano». Son «paganos con dos pinceladas de barniz», y nos parecen cristianos cuando los vemos en la misa del domingo. En realidad han caído poco a poco en la tentación de la «mediocridad». Y precisamente de esta tentación el Papa alertó en la misa del viernes 7 de noviembre. Leer Pensamiento libre. Papa Francisco